"[Fue] un shock emocional terrible. Estuve cinco meses en mi casa sin poder hacer nada", confesó la estrella del Chavo del Ocho.
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Hay quienes dicen que muchas veces el dolor no se expresa por fuera, sino que la procesión "va por dentro". En el caso de la comediante y actriz María Antonieta de las Nieves, conocida mundialmente por su protagónico en El Chavo del Ocho con el papel de la Chilindrina, el dolor que le produjo la muerte de su marido, Gabriel Fernández, hace aproximadamente unos ocho meses, ha ido aumentando. A tal grado que le ha provocado una fuerte depresión.

"Al fallecer pues... no sé, ya no sé qué me pasó. Ya no recuerdo. Estoy tratando de recordar qué me pasó porque ya no fui a trabajar porque la única manera de sacarme adelante era distrayéndome, la única manera de distraerme pues era trabajando", expresó la actriz nayarita de 69 años al programa televisivo De primera mano (Imagen).

"[Fue] un shock emocional terrible. Estuve cinco meses en mi casa sin poder hacer nada. Casi sin levantarme [de la cama] y después empecé otra vez a trabajar un poquito, y luego se nos viene lo de la pandemia [de la COVID-19] y ya".

De acuerdo a la prensa mexicana, Fernández, de 85 años,  llevaba varios días internado en un hospital a causa de una neumonía, si bien en su momento no se confirmara que esa fuera la causa de su muerte.

A pesar del sufrimiento, la actriz se ha mantenido activa en las redes sociales, incluso enviando mensajes para prevenir el contagio de la COVID-19.

Carlos Villagrán, colega de la actriz en El Chavo del Ocho, en el que hacía el personaje de Kiko, fue quien dio a dar a conocer la noticia del fallecimiento del marido de su gran amiga a través de las redes en septiembre pasado.

El impacto y la ansiedad que le ha producido la depresión también la han hecho perder 10 kilos, según confesó la chaparrita.

La artista mexicana se encontraba realizando su Gira del adiós, antes de que ocurrieran estos acontecimientos que la vararon, la cual espera que se pueda reanudar próximamente.

"Apenas creo que se me está pasando, soy una gente muy lloradora siempre. Desde que [Gabriel] falleció no he echado ni una lágrima. Entonces como que necesito la ayuda de un sicólogo para poder realmente darme cuenta de cómo lo estoy pasando. Mis hijos los tengo preocupados, pobrecitos, quieren que antes de que empiece a trabajar que me trate un doctor".