A Eva Longoria no le hace falta ni tamaño ni estatura, pues con su pasión y persistencia domina la pantalla y arrasa con Hollywood
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Eva Longoria
Credit: Mike Ruiz

Dicen que soñar no cuesta nada. Para la joven Eva, el prospecto de ganarse un dinerito extra para comprar sus materiales académicos era razón suficiente para imaginarse desfilando en el concurso de belleza Miss Texas A&M University, en Kingsville. En su vida, aunque abundaba el calor familiar –con tres rubias hermanas, Elizabeth, Emily y Esmeralda; su madre, Ella la Güera, dedicada al magisterio, y su padre, Enrique, ranchero– no existía la afluencia, por lo que cada dólar venía muy bien al bolsillo. “Mis amigas iban a participar y yo tenía la esperanza de llegar al quinto lugar”, recuerda la prieta fea de los Longoria, como cariñosamente llamaban a la benjamina por ser la chiquita, flaquita y única morena de la familia. “Jamás pensé que ganaría. Era totalmente inocente”.

Una década después, inocente no es precisamente la palabra que primero se asociaría con Longoria. No por culpa de ella, claro está, sino de una tal Gabrielle Solís. Como el buen perfume que viene en frascos pequeños, la diminuta Gabrielle es calculadora, avispada y explosivamente seductora. Encarnada magistralmente por Longoria, es uno de los personajes más cautivadores de la televisión, en la aclamada serie Desperate Housewives (ABC). Por medio de Gabrielle, la actriz tejana ha sabido impregnarse en la conciencia popular, convirtiéndose en una de las figuras latinas más visibles de Hollywood. Por eso, la firma de cosméticos L'Oréal ha tomado nota y la ha contratado para que sea una de sus célebres portavoces. “Los jóvenes se identifican con ella”, dice la actriz Lupe Ontiveros, quien personificara a Juanita Solís, suegra de Gabrielle en Desperate Housewives. “No será rubia, ni medirá seis pies de estatura, ni tendrá los senos hechos, pero es hermosa. Y sobre todo, es una mujer real”.

Mientras desayuna en el legendario hotel Chateau Marmont de Los Ángeles –frente a un plato de huevos rancheros– la verdadera Longoria tiene el apetito y la presencia de un gigante. Habla con una seguridad en sí misma que podría confundirse con aires de grandeza. Pero no se trata de divismo. Simplemente, Longoria está orgullosa de haber trabajado duro por lo que tiene.

A raíz del éxito de Desperate Housewives, la actriz de 31 años está disfrutando de su momento más próspero y ajetreado. Ahora que la serie se transmite internacionalmente, el nivel de responsabilidad profesional para con sus fanáticos y su comunidad hispana también se ha multiplicado.

Por eso, Longoria llega con puntualidad a su cita con PEOPLE EN ESPAÑOL. Por lo general, sus días comienzan de madrugada, para acudir entre 5 y 6 de la mañana a su jornada de trabajo de 14 horas. “Tengo que decir que la cadena [ABC] ha sido generosa compensándonos [por el trabajo]”, asegura Longoria. “Yo jamás pensé que ganaría tanto dinero en mi vida”. En el estudio, entre escena y escena, la actriz otorga entrevistas y posa para sesiones fotográficas. Su espíritu empresarial la ocupa en reuniones en las que participa como productora de proyectos como los próximos Premios Alma, de los que también será anfitriona. “Eva es polifacética”, afirma Janet Murguía, presidenta del Concilio Nacional de La Raza, que presenta estos galardones. “Y tiene un talento increíble para hacer muchas cosas a la vez. Eva es una mujer que sin duda quiere estar en pleno control de su carrera y su destino”.

Una evolución ciertamente bienvenida para quien comenzara ganándose $900 por episodio en el rol de Isabella Braña en la telenovela The Young and the Restless (CBS). En aquel entonces, la Miss Corpus Christi 1998, era una de los tantos actores que se mudan a Los Ángeles en busca de un sueño. “No tenía dinero y el pago del alquiler lo gastaba en mi maestro de actuación”, recuerda Longoria. “Tuve que trabajar en una agencia de empleos temporales mientras actuaba. Si no, no podía pagar las cuentas”. Tras esta telenovela, trabajó en la serie L.A. Dragnet (ABC) y en pequeños filmes sin mayor consecuencia.

Tan enfocada admite haber estado Longoria en sacar adelante su carrera, que descuidó su matrimonio con el actor Tyler Christopher –costándole un divorcio– y a su adorada familia. Una familia a quien Longoria, ahora que puede, ha reciprocado comprándoles y amueblándoles una casa. “Mi mamá dice que se pegó en la lotería”, dice la actriz divertida, pero sumamente orgullosa de poder proveer para los suyos de la misma forma en que sus padres se sacrificaron por ella y sus hermanas. “Mis prioridades han cambiado”, asegura. “No me pierdo ni una boda ni un bautismo. Ahora que tengo una carrera y mi situación económica es buena, pongo primero a mi familia y a Tony”.

El susodicho, es nada más y nada menos que Tony Parker, el apuesto baloncestista francés miembro de los Spurs de San Antonio. Luego de renegar el matrimonio, en su novio Longoria asegura haber reencontrado la fe en el amor de pareja y con quién compartir su lado doméstico. “La gente no sabe que soy extremadamente casera”, afirma la artista. “No me gustan las fiestas de Hollywood y me fascina cocinar”.

Al poner la vida de Longoria en perspectiva, es obvio que el destino ha hecho maravillas para quien una vez se sintiera como la patita fea. “La gente me dice: ‘Tienes tanta suerte' “, añade Longoria. “Pero creo que la suerte está en prepararse para las oportunidades. Y yo estaba preparada cuando me llegó Desperate Housewives“.

Ante ella vale entonces recordar ese refrán que en el contexto de su vida cobra un nuevo y profundo significado: Bien dicen que la suerte de las feas, las bonitas la desean.